domingo, 4 de diciembre de 2022

Del feísmo al Caligulismo *




Cuando abrí la cuenta de Instagram me dije que sólo la utilizaría para el trabajo.
Bueno, trabajo y mis perros. Me olvidé de que vengo del mundo de los blogs.
Escribir y comentar lo llevo interiorizado desde que perdí toda la vergüenza.
Siempre he intentado comentar con el máximo respeto posible. Si no estoy en nada de acuerdo con algo que leo la gran mayoría de veces ni comento y si lo he hecho o hago es  porque hay algo que me chirría, pero repito, creo, creo, que siempre he intentado ser respetuosa.

Comprendo que todos hemos recibido una educación diferente y procedemos de ámbitos diversos. Hay gente más abierta de mente y gente muy cerrada.
A veces no es fácil ser objetivo y pensar en el:  ¿cómo no puede ver algo tan sencillo?
Pero lo que yo veo no es lo mismo que otro ve.

Pareciera que las redes sociales en su momento nos iban a unir más. 
Acercar a las personas.
Crear comunidades afines a uno. Pero lo que se ha conseguido es algo innato del ser humano: La crueldad. Disfrazados tras un avatar, desde el anonimato que nos crea estar sentados tranquilamente en algún lugar y tecleando la pantalla del móvil nos hace creer que somos poseedores de la verdad más absoluta.

La inmediatez y la ignorancia es otra gran deficiencia de este siglo que se ha adquirido a pesar de tener google a mano y poder verificar, indagar, buscar y sobre todo contrastar información.
Lo más fácil es creerse lo primero que te cuentan. Y seguir al "follonero" riéndole las gracias y apoyándole en sus desacreditaciones.
Se origina en un momento determinado en un post, un lanzamiento de bombas ofensivas a diestro y siniestro sin control ni supervisión y la gente se queda tan ancha. 
Es muy triste.

Otra cosa que veo muy a menudo es la envidia. Todos sentimos envidia alguna vez y en nosotros está saber reconocerla, aceptarla y controlarla. Pero la gran mayoría ni siquiera creen que esa emoción va con ellos.
Se escudan en atacar a algo o a alguien en particular y no ven que la razón de toda su maldad radica en la envidia que sienten.

Lo peor de todo es que estamos en una Era donde las personas hemos dejado de hablar para discutir.
No importa lo que diga el otro, nosotros tenemos razón. Y ahí se terminó.

Hemos vuelto a la caza de brujas, al circo romano.

Pero muchísimo mejor. Porque no vemos sufrir al susodicho.
Está detrás de una pantalla, podemos echarle todo nuestro odio, nuestra fustración, nuestro mal día. Escribimos barbaridades, insultamos y vomitamos nuestro rencor.

En un segundo cambiamos de cuenta, miramos un paisaje, un perrito lindo, leemos un chiste y dejamos nuestra mierda en la vida de otra persona pero no importa.
Porque es online.

Y yo me pregunto ¿se lo diríamos a la cara?

Dicen los "listos" que en la red estás expuesto. Y yo respondo: en la calle también. Y nadie viene a decirte que esa chaqueta a cuadros es un asco o que te laves la cara de maldito.
¿Qué nos da derecho a insultar, desacreditar o hablar mal a alguien? Por el simple hecho de estar en una cuenta de Instagram, facebook, twitter...Vuelvo a repetir: ¿se lo diríamos a la cara?

La respuesta evidentemente es NO. No se lo diríamos. Ni se nos pasa por la cabeza.

Conclusión: QUE ALGO SE PUEDA HACER NO LO HACE CORRECTO.

Que el mundo se va al carajo.
Que la "peña" es muy maleducada. Insensible e ignorante.
Que la locura se adueñó de la gran mayoría y ni siquera somos conscientes de nuestra crueldad.
Ojalá esto cambie. Pero el día a día me dice que esto no ha hecho más que empezar.



Y bueno...rescato esta entrada porque últimamente blogger está siendo un nido de serpientes y me da una tristeza enorme. Una plataforma que está ya medio obsoleta y en la que todavía unos cuantos nos gusta escribir y seguro nos da igual que nos comenten pero lo hacemos por una especie de cariño o yo que sé...

Y cuando ves tan mal rollo hacia unos cuantos pues la verdad que da rabia. Hay muchísima gente muy frustrada en la vida y que tiene muchísimo tiempo y eso hace que lo empleen mal. Una verdadera pena porque podrían utilizar su vida para hacer el bien y no joder a los demás. 

Ojalá exista el infierno.



*Frase original de Fernando Bañó

martes, 29 de noviembre de 2022

Geranios Rojos



Yo viví en ese edificio. En el tercer piso. Me parece un edificio igual a otros tantos que hay en el Casco Antiguo de Girona, todos reformados y de colores parecidos.
Me hace gracia pasear por estas calles tan turísticas y recordar que cuando tenía seis años los turistas no existían y el edificio se caía a pedazos. 

La diferencia es que cuando era pequeña todos los balcones estaban llenos de macetas con geranios rojos. Mi madre mantenía nuestros cuatro balcones llenos de ellos.  Crecí con esas flores de hojas verdes un poco rasposas de tallos gruesos y ese olor característico de los geranios. Parecía que no existiera otra planta en el mundo. 

La escalera del edificio era oscura y fría. Y la subíamos y bajábamos haciendo carreras con mis hermanos. La barandilla negra labrada en algunos tramos se movía y de vez en cuando se caían pedacitos de pared.Siempre tuve miedo a que algún día cediera y mis hermanos  o yo cayéramos por el hueco de la escalera. 

La vecina del segundo un día subió toda histérica, era una señora mayor a la que considerábamos una pesadilla porque siempre se andaba quejando de nosotros y de todo lo que podía cuando llegaba mi madre de trabajar. Subió con su bata azul de estar por casa y sus zapatillas sudando a chorro y gritando que se le caía el techo encima por nuestros saltos. La verdad que ese día nos dió por correr desde la cocina a la habitación y tirarnos en plancha en la cama de matrimonio dónde dormíamos mi madre y yo. 
Y con cada planchazo retumbaban seguramente las vigas de madera de la señora del segundo. 

Mis hermanos y yo podríamos haber sido tres posibles terroristas. No sé como la vida nos llevó por buen camino y no nos dejó morir antes de hora por peleas tremendas, accidentes y demás. Creo que si existen ángeles de la guarda, nosotros tuvimos un ejército cerca bancándose todos nuestros desastres. 

Miro hacia arriba y me paseo por cada estancia de ese piso que fue nuestra casa en varios momentos de nuestra vida. Recuerdo la primera lavadora pequeña de color azul celeste que sólo daba vueltas a la ropa con jabón y luego mi madre tenía que aclarar en el lavadero de piedra. Fue una revolución.

Ir  a dormir en invierno era toda una odisea. Las sábanas parecían mojadas de lo frías que estaban y meterse en la cama era sentir un peso de doscientos kilos de mantas. Jugar con mis hermanos a ver quién  desprendía más vaho en el gélido invierno gironí donde las estufas sólo servían para chamuscar los bigotes de nuestro primer perro. Un setter irlandés llamada Dama que se plantaba delante de la estufa de butano y pegaba cabezazos mientras se iba durmiendo.

O el día que mis dos queridos hermanos de pelearon a puñetazo limpio con doce o trece años y me metí en medio y me comí dos derechazos de cada uno que me dejaron con uno ojo a la virulé y sin respirar durante unos segundos interminables. Luego nos fuimos al colegio tan felices como si nada hubiera pasado con nuestro croissant y nuestra chocolatina que comprábamos en la panadería de "Ca la María". Mis hermanos tan amigos y yo con un ojo morado. 

Nuestra primera experiencia con la muerte fue cuando encontramos a nuestro canario de color amarillo intenso en el fondo de la jaula. Nos regaló durante años su maravilloso canto a pesar de estar preso. Lo pusimos en una caja de cerillas grande y fuimos a enterrarlo  bajo un ciprés  cerca de nuestro colegio. Mi hermano pequeño creo que estaba muy triste, siempre fue un niño muy sensible hasta que el corazón con el tiempo se le cubrió con una costra muy gruesa. Ahora es un hombre con una gran coraza. 

No sé recordar cosas feas. Como a las pesadillas las llamo "malos sueños" a los recuerdos terroríficos ya no les doy lugar. Hubo un tiempo en el que necesité escribir mucho sobre sueños malos y recuerdos de pesadilla. Pero por suerte ya no me es necesario. 

Mi mente es ese edificio reformado con nuevos inquilinos que nada saben ni les interesa saber sobre  inquilinos y pasados.

Vivimos en muchos otros edificios, muchas otras casas, en diferentes lugares. Pero siempre que paseo por esa calle y miro ese edificio recuerdo nuestros balcones llenos de geranios rojos. 



jueves, 24 de noviembre de 2022

Garabatos



Durante veinte días he querido escribir sobre sensaciones. Sobre volver. Sobre qué sentía. Pero si he de ser sincera conmigo misma no sentí nada. Sigo sin sentir nada. 
No sé cómo describirlo porque veo que  ya no se me da nada bien escribir. 
No fluyen las palabras que imagino en mi mente. Sé  que perdí la costumbre y vuelve a dolerme pero no quiero hacerme pesada con eso. Debo encontrar la manera de hacerlo sin más y el porqué no lo sé. 
Creo que mi pareja se ha dado cuenta y en el penúltimo día de viaje paramos en Fnac y me regaló una Chromebook. 
-Para que no te dé pereza escribir. Es pequeña y te cabe en tu mesa de trabajo.

Y aquí estoy, sin trabajar pero escribiendo sobre mi viaje relámpago a Girona.  Diez mil kilómetros en 12 horas de un tirón. Diecisiete días para hacer trámites que debían ser presenciales, hacer compras, ver a la familia y quedar con amigas. 
Lo tenía todo organizado.
Hasta bloqueé a "ciertas amigas" en instagram para que no supieran de mi viaje. Tenía toda mi agenda planificada y programada toda una estrategia de marketing para mi trabajo uniéndolo con el viaje. 
Además debía comprar piezas en Barcelona que no encuentro en Buenos Aires debido a la restricción de este gobierno a las importaciones y las ganas de joder a la gente que quiere trabajar. 

Después de cinco años sin viajar pues la verdad obvié mi odio al avión y me puse en "modo feliz". Tenía ganas de ver a mi madre y andar con ella. Tenía ganas de pasear con mi pareja y enseñarle dónde tuve mi tienda, dónde vivía... caminar por la playa, ver el mar...Esta vez era como volver a un lugar extraño, lejano. 
Con recuerdos escondidos en mi mente.

La vida se encarga de desbaratar toda tu organización y planes. Y al quinto día de aterrizar nos pillamos los dos una gripe de caballo. Ese calor en noviembre al mediodía para ir en manga corta y de pronto a las siete de la tarde estar  a tres grados y nosotros en mangas de camisa.

No puedo idealizar ni un viaje. Yo soy de realidad. Pero esto me pilló desprevenida. La última vez que estuve en Girona en 2017 me pasé una semana en cama con una bronquitis aguda y con la que tuve que cambiar el billete de vuelta. 
Creo que el universo intenta decirme algo.

Siento frustración. Tenía muchas ganas de hacer muchas cosas, más de las que tengo normalmente. Estaba en plan zen, contenta. No iba a enfadarme con nadie de la familia. Sólo tenía 17 días.

Pasaron literalmente en un chasquido. 

Girona me pareció una ciudad más limpia y ordenada que antes. Casi me da por tirarme al suelo y hacer la croqueta. A pesar de que los de mi alrededor se esforzaran todo el tiempo por decirme lo contrario. Los edificios están limpios, las aceras intactas, la basura en su lugar, el tráfico controlado. Los precios de las cosas después de cinco años han subido un poco pero nada escandaloso. 
Como no comparar con esta Argentina que se cae a pedazos, que se rompe y nadie arregla.

Escucho las quejas, el IBI a subido mucho, las hipotecas, los suministros, la comida, los impuestos...puedo entenderlo, pero me paseo por Girona, Barcelona, por Banyoles, por Mataró...buscando algún indicio de  decadencia. No encuentro ninguno. Sigue siendo un país lleno de tiendas donde encuentras cosas, muchas cosas a precios baratos. Donde la rueda del consumismo no termina nunca. Donde vender es fácil y comprar mucho más. 

Esta entrada es una mezcla de muchas cosas que no sé cómo ordenar. Dije que no sentía nada. Y quizás no es cierto. Quizás pensé que sentiría pena al volver. Dolor. 

Sólo sentí dolor cuando vi a mi perrita Witch. Cuando me fui hace siete años decidimos que Witch, Vaca y Mapache se quedaran  a vivir con mi ex pareja para no hacerlos volar. Sé que fue una buena decisión pero la sensación de abandono nunca se va de mi estómago ni de mi corazón. 
Mapache murió hace cuatro años y Vaca murió cuatro días antes de que yo llegara. 

Cuando pienso en mi casa desgraciadamente no pienso en Girona, ni en mi familia, pienso en mis perros. 
Y la sensación definitiva que ahora tengo es que ya no me queda nada de esa vida aquí.

Witch me hizo ver que ya no me reconoce como familia.

Alguien puede pensar que no soy muy justa con mi madre. Pero mi madre tiene su vida y siempre puede comprar un billete de avión y venirse. Si quiere.
Las personas pueden tomar decisiones. 

Mi sensación después de sentarme a escribir es que mi lugar de nacimiento no me representa. La vida que tuve no me representa. Quizás es la edad. No lo sé. 

Este viaje desastroso de 17 días me hizo sentir que no quiero regresar. Aunque esté en un país al que nadie entiende. Y menos yo. Un país en el que todo aumenta cada quince días. Donde el desorden y la decadencia están en cada esquina. Donde la resiliencia de las buenas personas resurge a cada obstáculo que les ponen. Donde a nadie se le caen los anillos por tener dos trabajos y buscarse la vida para seguir adelante. Donde muchos quieren irse para tener un futuro mejor, como muchos jóvenes españoles se van a otros países por lo mismo. Pero que otros se quedan aunque tengan que remar en dulce de leche.

Que extraño es todo.

Este es un escrito que si hubiera sido hecho a mano estaría lleno de garabatos.






El destino 
contra tu voluntad
en las buenas y en las malas
esperará 
hasta que te entregues a él





miércoles, 24 de agosto de 2022

Cafés




Bajo a la cafetería. Deseo sacudirme esa tristeza que de nuevo se instaló en mi desde hace un tiempo para acá. 
No sé si es esta ciudad que me odia. No sé qué es. Pero necesito una taza blanca con un buen café y un lugar lindo.
Me acuerdo de Sergio y sus cafés. Me hace sonreír.
(Me falta el libro, pero tengo mi cuaderno)

Qué fácil podría ser, si la felicidad se limitara a esos minutos en cualquier cafetería.  Olvidarse del mundo. 
Sumergirse en miles de pensamientos o dejar simplemente la mente en blanco. Vuelvo a mi tristeza de siempre. Soy todo bipolaridad. 
Hoy feliz como una perdiz mañana triste como un alma en pena.

Supongo que es mi carácter. Pensaba también que la edad me tenía controlada. Pero no es cierto. Creo que la edad es una cagada.
Y las hormonas. Que joden. 
Demasiada intensidad para una sola vida.






martes, 16 de agosto de 2022

Historias Subterráneas: Fantasías.


 
Es cierto. Siempre fantaseamos con la idea de matar. Era tan fácil pensar en todas aquellas personas que sobraban en el mundo. Las teníamos tan cerca. Salían en televisión. Algunas veces sólo tenías que alargar  la mano y allí estaban todos los que asesinaban a niños, mujeres, animales. 

Como sociedad  habíamos naturalizado de tal manera la violencia que ya no nos importaba ver con nuestros hijos las noticias,  mientras comíamos. Nuestros hijos veían cuerpos despedazados cada día y memes de gente saltando por un balcón, atropellando a alguien o disparando un arma.

Sí, perdón. Fantaseamos muchas veces con la idea de matar. 

Nos reuníamos los tres y al principio era pensar en amenazar. Amenazas al sujeto, haces que se cague de miedo, le pegas el susto de su vida y esperas a que cambie. 
Sino cambia, está muerto.

No. No nos reíamos. No era una broma. Era algo muy serio. 
Las reuniones después del voluntariado se hicieron más necesarias, más intensas.

Nos conocimos el 1 de enero. En Año Nuevo. Cuando todo el mundo duerme por resaca. Cuando todavía el día estaba oscuro. Con la nieve cubriéndonos los tobillos nos saludamos en la puerta del refugio. No queríamos quejarnos del frío cuando a esos trescientos perros se les congelaban hasta las pestañas. Ahí estaban ellos, esperándonos moviendo la cola y ladrando. 
Cubos de agua congelados, mantas mojadas. Casetas inundadas o destrozadas por el peso de la nieve. 
Trabajamos todo el día hasta que oscureció de nuevo.

Volvimos a encontrarnos otros fines de semana o días festivos. 

B tenía un trabajo agotador, era asistente social y cada día tenía que lidiar con la desidia y el maltrato. Era dulce, cariñosa, paciente y muy alegre.  Pero su último seguimiento la había sumido en un estado de desesperanza y angustia. No conseguía dormir bien y sus días libres se los pasaba llorando. Quizás por eso se unió al nuevo grupo de voluntarios del refugio. No importaba lo cansada que estuviera, ella siempre estaba ahí con una sonrisa, con café para todos y muchas manos para acariciar chuchos.

C era policía y sólo de mirarle a los ojos ya sabías que algo andaba mal. Sufría. Mucho. Su tristeza empañaba los silencios. Hacía los trabajos más pesados. Arreglaba vallas, reconstruía todo lo que se rompía, cargaba la basura. Siempre con esa mirada perdida. Con el tiempo lo entendí. Siempre fue un policía encubierto. Tragándose la maldad humana, la crueldad extrema, lo que nadie sabe ni ve. 
Lo que sólo se intuye en las películas dramáticas o de terror. 

Fue algo que tenía que ocurrir. Hacernos amigos. Fantasear.

Hasta que ocurrió algo...cada año comprábamos lotería de diferentes organizaciones e imaginábamos todo lo que podríamos arreglar en el refugio o en el orfanato donde B solía ir a visitar a ''sus'' niños.
Toda la ropa que podríamos comprarles, juguetes. 

También fantaseábamos con cosas lindas. 
No se crean. 

Porque para lo otro necesitas muchísimo más dinero. Mucho más. 

El que luego tuvimos y con el que todo empezó.

To be continued...



*Inspirado en la última entrada de Sbm
Verdades Inmutables 

http://sobremorir.blogspot.com/



sábado, 6 de agosto de 2022

Salir a la calle y ser feliz no es algo fácil.

 


Pablo trabajaba en una fábrica que cerró hace mucho tiempo. Tenía un piso alquilado. Nunca le dió el sueldo para poder compar uno. Vivía. Y ya. Con la devaluación el dinero de la pensión ya no daba para pagar el alquiler así que metió cuatro cosas en dos bolsas y dejó su casa con todos los recuerdos de su vida. Su mujer ya no vivía y no tenía hijos. Su perro murió hacía un tiempo y eso lo alegra. 

El primer día en la calle fue un infierno y no durmió en toda la noche, ni la segunda ni la tercera, ahora duerme unas horas solamente. En menos de medio año envejeció diez años más. Así es la vida: me dice. Durante el día y parte de la noche se la pasa viajando en el subte, ahí se siente acompañado y no hace frío. Luego se sienta dentro de un cajero automático durante horas. Se compra una botella de coca-cola que le llena mucho la panza y a veces chocolatinas. No pide dinero a nadie, pero a veces alguien le da algo porque lo ven ahí sentado en la calle con la cabeza gacha. Como yo.

No me veo como un indigente, me dice. Yo tampoco la primera vez que lo vi. Con su bolsa de alimentos, su camisa limpia y planchada y sus zapatos lustrados. Ahora ya no va limpio y todo lo que tiene lo lleva puesto. 

Se me parte el corazón cuando lo veo pasar mientras yo paseo a mis perros. Cada vez que nos cruzamos sonríe al ver a Chinchu, mi perro pequeño; que es muy gracioso. 

A veces salgo a la calle con quinientos o mil pesos por si veo a Pablo. Ya sé que no le arreglaré la vida. Pero es eso o nada.

Me gustaría que las personas fueran como los perros. Los sacas de la calle, los alimentas, les das un baño y un poco de cariño y les buscas una casa de adopción para que vuelvan a tener la vida que se merecen. No sé si Pablo se merece otra vida mejor. No sé qué vida tuvo ni si fue una buena o mala persona. 

Un perro es más fácil. Lo cuidas, te mira y te puedes imaginar la vida de mierda que tuvo según su comportamiento.

Las personas también tienen vidas de mierda pero no estamos preparados para hacer nada. No puedo llevarme a este señor a casa. Ni a Ezequiel.

Ezequiel vivió durante unos meses en una esquina de otra calle que está en el recorrido que hago con mis perros. Ezequiel tendrá unos veinte años, argentino, siempre vivió en la calle.

Durante el tiempo que estuvo ahí le llevaba el desayuno y la cena. El almuerzo se lo llevaba otra chica que trabajaba al lado dónde él dormía. El segundo o tercer día que lo vi, me decidí a llevarle un café y unas medialunas y le pregunté qué prefería, si café u otra cosa para el día siguiente. Me dijo que leche con chocolate. Sentí dolor.

Maduixa se le acercaba  y le daba lengüetazos y él la abrazaba.  Maduixa es mi otro perro y ama a la gente. Creo que tiene un sexto sentido. Ama a las personas "de la calle".

Ezequiel no tenía todos los patitos en fila. A veces lo observaba. Se sentaba encima de sus mantas sucias y su pelo lleno de rastas  y se reía y hablaba al cielo. Desapareció un día tal como apareció.

Pablo, Ezequiel y miles de ellos multiplicados por millones son el resultado de una política populista y de odiar al pueblo Argentino. Gobernantes que se jactan y gritan en sus discursos de ser patriotas y de amar al "pueblo" y de echarle la culpa a otros partidos políticos. 

Pero lo cierto es que Argentina lleva décadas manipulada por unos pocos que la han llevado a la miseria y han conseguido que su gente mendigue por un plan de mierda, no tengan futuro,  no tengan nada. 

Que gobiernen provincias como si fueran caciques. Que se roben todo y más. Y que ahora se estén vendiendo sus recursos y sus tierras a los Chinos por cuatro dólares. 

Es una tristeza este país hermoso y ver cómo lo despedazan para tener más dinero y poder. Y que la gente, esa misma gente que los vota no puedan verlo por ideología.

Yo no soy patriota ni nunca lo seré, nunca voy a mojarme por una bandera, ni por un partido político, ni por ningún país. Intento ver lo bueno y lo malo. 

Por eso nunca entenderé a esos que van de ''patriotas'' y no ven más allá de su ideología de mierda que normalmente es heredada de sus padres. Esa ideología que no les deja ver cómo los engañan, como los manipulan y destrozan todo aquello por lo que dicen amar. 

Es una tristeza ver el mundo al que nos vamos dirigiendo. 

Salir a la calle y querer ser feliz no es algo fácil cuando ves tanta desigualdad y tanta indiferencia. 




martes, 17 de mayo de 2022

Escribo mientras se imprimen etiquetas de envío...



enero 2020

Estoy contenta de no haber asesinado este blog.
Me alegra porque este espacio me trae tan buenos recuerdos que hubiera sido un crimen.Sí. Eso mismo. Un crimen atroz y despiadado. Matar lo que alguna vez nos hizo feliz, no termino de entenderlo. Como esas parejas que algún día se amaron y de pronto se odian a muerte.
Durante casi dos años tuve poco que decir. Y no sé porqué pero este blog se me hacía cuesta arriba.
 Así que lo poco que hubo está en "Histrionismos".  He perdido hasta la costumbre de escribir y eso también me apena. Me pasé a Instagram que todo es más rápido y efímero...
Qué lástima...

propósitos

Odio los propósitos. Odio los vídeos de navidad, de frases hechas, de gifts que te envían por wattssap...odio los coleccionables de principio de año y septiembre, odio decir que van a ir al gimnasio, que van a comer mejor...odio un montón de cosas, ya sé...soy ceniza...


enero 2021

Sin grandes comentarios...



enero 2022

Ya sé...me comí un año... Rescaté esta entrada de la basura. Mi hizo gracia. (Necesito emoticonos en blogger, necesito el de los bracitos para arriba y que parece que mueve los hombros diciendo:" y a mi qué me importa o es lo que hay"...)

Pero nena, estás en un formato donde  la gente, TODAVÍA, escribe a sus anchas sin pensar que no hay espacio suficiente. Y que no necesita emoticonos porque describen  lo  que sienten con palabras, con frases bien hechas, con verbos bien conjugados.
Y donde no se condicionan porque no hay un botoncito de ''me gusta'' o no te saldrán haters por todos lados para gritarte: qué mierda escribiste! 

Casi que me parece raro. De hecho, me parece raro estar aquí sentada y escribir. 
Me remite al pasado, como si hubieran pasado mil años...Sólo pasaron seis o siete años desde que este medio era una burbuja de peña escribiendo entradas sin parar...yo...era una de ellas...
¿Qué ocurrirá en unos cinco años más?



mayo 2022

Hoy mirando instagram vi la noticia de que un tipo en USA había entrado en un supermercado y mientras disparaba a diestro y siniestro lo grababa en Twich (es otra red social para ver vídeos solamente). 

Y cada día me pregunto hacia dónde vamos. Qué nos está ocurriendo. Me incluyo. No voy a hablar como si yo fuera alguien en medio de la montaña que está excenta de redes sociales. Al contrario.
Estoy metida de lleno y a veces eso me da miedo. Tengo tantas apps y tantas cosas que hacer durante el día con mi trabajo y esas redes y esas apps que odio en lo que se ha convertido todo.

Y sí...estaréis pensando que uno tiene que saber cuánto tiempo dedicarle a todo esto. Si si...
Yo lo hago. Y paso bastante. Pero cada día me doy más cuenta de lo dependientes que nos hace toda esta mierda. 
Y si lo utilizas para vender productos todavía es peor. Porque si no estás cada día, si no te muestras, sino haces algo para "tu comunidad" eres invisible. Y como tal las ventas bajan. Y si vives de esto...pues...todo es más complicado.

No me estoy quejando. Simplemente escribo. 
¿Cómo llegué a escribir hoy? Pues tenía que imprimir unas etiquetas de envío precisamente. Y cuando ya las tuve impresas me quedé mirando el portátil y me dije: voy a mirar blogguer a ver qué entradas tengo en borrador...y tengo muchas...a medio escribir. 

Ya sé, es una estupidez sentirse triste por no escribir. Lo he intentado en papel, porque ahora me fanaticé con la papelería. Hago mis libretas, hago collage...pero la verdad que sigo sin hacerlo.

Creo que siempre me quedará ese amor por esta plataforma. Buscar imágenes que te digan algo. Colocarlas ahí y escribir. Así de simple. Así de rápido y fácil. 
Si te equivocas al escribir (como yo hago constantemente) pues le pegas a la tecla de retroceso y ya...y no estás con tachaduras feas en el papel. O primero tener que escribir en un papel a parte. Es que tengo todas las taras, qué va a ser...
Y sobretodo la gente, que normalmente siempre es respetuosa. Eso se extraña en otras redes.
Esa mala educación. Esa inmediatez. Esa frase inapropiada. No sé. 
Lo que sí sé es que me hice ''una señora mayor'' de golpe (como diría una mujer encantadora que conozco por...por redes y que me cae fenomenal y a la que robé esa frase ideal) Sí...me hice señora mayor...y hay cosas que se me hacen difícil de entender. 
Pero bueno! 

Todo esto...sirvió para escribir algo...aunque sea un rollazo. 
A mi me sirve. 




martes, 11 de enero de 2022

"La vista desde arriba..."


De repente vi las manos. Y las reconocí. Reconocí las muñecas minúsculas, donde cualquier pulsera por pequeñas que fueran se movían y quedaban del revés. 
El lunar en la mano derecha, las venas gruesas y azules marcándose como carreteras en un mapa. 

Observé también, como si hubieran aparecido  de repente, miles de diminutas manchas en la piel. Pequeñas pequitas de color oscuro que determinan o empiezan a determinar el paso del tiempo.

El tiempo que jamás se detiene, que no afloja, que se abre camino. Que te dice que ya no hay marcha atrás y que sólo queda ir hacia adelante. 
Cueste lo que cueste. Venga lo que venga.

Observándote  y pensando que quizás esa persona que está ahí abajo sentada, tomando un poco el sol de la tarde, aguantando el calor y suspirando por el otoño, no eres tú.

Simplemente es otra persona, alguien ajeno a la madurez incipiente. Al paso del tiempo, de proyectos ambiciosos o simplemente proyectos nuevos que ilusionan.

No eres tú. Es otra persona  a la que observas detenidamente, intentando desentrañar algo de lo que piensa. De lo que sucede de nuevo en su interior. 
De pensar que no solo pasa el tiempo sino que lo vive. Que lo palpa, que lo siente. 
Que no se detiene en pasados que ya no volverán. En ilusiones que no se mantuvieron.

Reconocerse mayor da un poco de miedo. O de inquietud.
Verse. No reconocerse. O reconocerse y no ver lo que uno esperaba. O sí...no sé...

Desde arriba es todo muy confuso...la verdad...jeje







*De Instagram:
Escribí un texto breve inspirándote  en la siguiente frase:
"La vista desde arriba"