martes, 26 de julio de 2016

Lluvia...de día y de noche...




Intento reconciliarme con esas gotas minúsculas que se dejan caer como si nada, desde allí arriba. Lo intento. 
A veces no lo consigo. 
Leo, escucho atenta y envidio con una sonrisa a aquellas personas que aman la grandeza de ese milagro. Últimamente en algunos lugares casi en extinción. 
¿Cómo uno puede estar reñido con ella?
Que estupidez. Pero lo cierto es que la lluvia me entristece. Me nubla la razón como si de una niebla blanca y espesa se tratara. 

Recuerdo cuando era jovencita vivir en pueblos de interior donde algunas tardes se volvían oscuras de repente y al doblar una esquina la vida parecía detenerse. El instinto te ordenaba no moverte o hacerlo con precaución. 
El cerebro no asimilaba que los ojos se hubieran quedado en blanco de repente. Y sin explicación alguna parecía que el aire dejara de existir y abrías la boca intentando respirar. 
La niebla espesa tiene un olor especial, entre humo y humedad. Parpadeas al compás del latir de tu corazón y te dices a ti mismo que avances despacio o simplemente dejes pasar esa bruma que se desliza sinuosamente por el contorno de tu cuerpo, poseyéndote sin permiso, con la sensación ambigua de un placer prohibido. 

La lluvia no tiene el mismo sentido ambiguo. La lluvia te cala hasta los huesos sin mojarte, sin salir de casa. La lluvia te atrapa sin darte cuenta, te humedece el juicio y apenas logras encontrar ningún hueco donde guarecerte. 

Mi lluvia se parte en dos mitades.

La lluvia de noche me oprime el corazón. Oscurece el ánimo. 
Entorpece la vida. Parece no tener fin.
Muchas de esas noches no logro dormir pensando en los que trabajan, en los que viven en la calle, en los perros abandonados en las terrazas, en el asfalto resbaladizo, en las sirenas de las ambulancias. Ni si quiera el calor de las sábanas pueden guarecerme de la sensación fría de la intemperie, de la soledad, del desazón. Se pega a tu cuerpo, enmaraña tu piel en caóticos y helados pensamientos. Al final, siempre logras dormirte con la triste sensación de ser convicto del tiempo.

 Es más fácil y llevadera la lluvia de día. 
Y de a poco descubro armas para combatirla.

Un buen día me compré unas botas de agua estampadas. 
Recuerdo lo que odiaba de enana esas amorfas cosas negras que sobresalían de mis piernas y semejaban seres deformes que andaban solos. Que crujían al caminar y que parecían estar creados para trastabillar y hacerte sudar. 
El recuerdo de ese caucho horrible hizo que dudara unos instantes y al ver la sonrisa brujil de la dependienta tendiéndome la bota para probármela casi arranco a correr.  
Ahora, salgo a la calle como quien se esconde tras unas enormes negras gafas de sol y parece inmune al mundo. Yo, mi mini Yo y mis botas estampadas, de pronto se hicieron a la lluvia como un niño que busca los charcos más hondos. Dicen que lo que te quedó en el tintero por hacer, a veces, la mente o el cuerpo te lo imploran de mayor. No sé. 
Ahí voy yo mentiéndome en todos los mini lagos de la ciudad. Sin conciencia. Descubriéndome. Dejando que la lluvia a veces me golpee la piel y me haga surcos nuevos donde dejar mejores huellas. Donde las gotas no parezcan lagrimas sino espejos diminutos reflejando sonrisas.
Y deseo que la noche devenga clara y limpia de agua. 
















8 comentarios:

  1. Yo de pequeño también odiaba esas botas de agua de goma. Era incómodas a más no poder y tenían el color verde de las mangueras que siempre me olían a estanque si las dejabas un rato al sol. Tampoco me gustaban los paraguas.

    Menos mal que al crecer uno descubre las botas militares y las capuchas. Así si que es un lujo caminar debajo de la lluvia que, por cierto, a mi me hace sentir muy vivo.

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    1. Eran odiosas a morir esas botas, suerte que todo evoluciona y ahora yo las encuentro geniales.
      He tenido botas militares y hasta de cowboy...pero ya se me pasó la edad y me volví un poquito más princesa...jejeje

      Ves...lo que son las cosas, yo odio mojarme. Supongo que por eso acabé sucumbiendo a las botas de agua, porque me acabo metiendo queriendo o sin querer en los charcos más odiosos. Así que ahora...ande yo caliente ríase la gente...

      Un abrazo Holden, un gusto verte por aquí.

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  2. A mí de la lluvia me seduce el inconfundible aroma a tierra mojada que inunda el aire antes, durante y después.
    Petricor le llaman, y además la palabra me encanta. :)
    Tengo la certeza que entre más nos descontaminemos, entre más soltamos lastres y aprendamos sobre nosotros, mejor nos entenderemos con el agua y con la vida.

    Saludos, hermosa.


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    1. Recordé el olor A. y también me seduce.
      Sobre todo el de la tierra mojada, tiene algo especial. Y como dice Sergio el frescor que deja en el ambiente es muy agradable.
      Sí...esas cosas las disfruto.
      Y no me enojo si llueve, al contrario, sé lo necesario que es.
      Pero es verdad, que no puedo evitar ese estado triste.
      Pero ves, yo intento racionalizar siempre lo que me ocurre y el porqué de mi manera de sentir. No siempre lo consigo. Pero estoy en ello.
      Un abrazo A. Gracias.

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  3. Lo mejor de la lluvia es cuando acaba de hacerlo. Mira cómo queda el ambiente. En los sobres de fotos de las viejas tiendas de revelado nos aconsejaban siempre hacer fotos cuando acabase la lluvia. Las partículas de polvo que flotan en el ambiente se han lavado. Todo es más nítido. Es como empezar de nuevo.
    Supongo que la lluvia solo te duele si te recuerda una tristeza más profunda de lo normal. A mí más bien me supone una molestia para salir y me hace gastar más en zapatos porque me los destroza si caigo en los charcos trampa. Pero la lluvia nocturna no. A esa soy inmune. Y tú, si sigues escribiendo sobre eso también lo serás. Ten en cuenta que te ha quedado muy poético, le has dado belleza a tu disgusto. También lo has sacado a la luz y a los demonios la luz les hace daño. Vas bien. Lo espero. Un beso.
    Hacía tiempo ya que no se te veía en tu casa virtual. Y eso que en Internet no llueve.

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    1. No...no llueve en Internet, es verdad. Últimamente estoy bastante lejos del ordenador. Y entre viaje y viaje de continente a continente ando bastante perdida, sobre todo en horarios y en mal cuerpo.
      Hice un kit kat de pantalla y estoy orgullosa conmigo misma porque hacía tiempo que no leía tanto...aunque fuesen lecturas fáciles. La lluvia, ves...también me da por los libros.

      Escribir te saca las penas, es verdad. Y la rabia. Gracias Sergio, por tus palabras.
      Voy bien. CReo.
      gracias

      Un súper abrazo y un beso sonoro!

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  4. Aunque todo comentario que haga se puede usar en mi contra (:-P), yo me arriesgo…

    Adoro la lluvia en todas sus formas, desde el orballo al chubasco, hasta el temporal que cae a cubos. Lejos de minar mi ánimo, la lluvia me levanta. Cuando me fui a las españas un año y medio no llovía, y yo me encharcaba por dentro. Pero cambié los desiertos por las praderas y los árboles y me mojé con las nubes, el río y el mar, y no concibo vivir más allá de mi Galicia, o Asturias o Cantabria o País Vasco.

    Otra cosa es la lluvia de ojo, la lluvia de alma. También limpia (dicen). Quizá esa calculada relación lluvia-tristeza no sea más que un tópico. La amargura tiene otros ingredientes.

    Los mejores días para acudir a una playa son los nublados, porque no hay nadie (están todos en el cine viviendo vidas ajenas).

    Desestructúrate y piensa en ti.

    Mójate desde otra perspectiva.

    O no le hagas caso a este cenizo, que no se sabe aplicar las humedades.

    Un beso en el alma.

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  5. Me dejaste en estado de shock con tu comentario.Pero porque me encantó Sbm.
    La verdad...por unos segundos mientras te leía me metí en tu piel y sentí todo lo que sientes y me emocionó.
    Sé que es difícil entender que la lluvia entristezca y que pueda a llegar a odiarla, pero es cierto. No soporto que el agua toque mis brazos que moje mi pelo...y no tengo ningún tipo de trauma con ella (para los que vayan más allá) es que no me gusta.
    Pero...por ese instante y me sonrío, me gustaría sentir lo que tu sientes.
    Quizás algún día me leas escribiendo todo lo contrario. Soy de probar cosas que no dañan, que alimentan la mente y que te hacen cambiar la perspectiva de la vida...
    Ya te contaré.
    Un beso de agradecimiento.
    Por hacerme sentir bien, cenizo...

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