lunes, 9 de marzo de 2020

El subte es un lugar triste.




Tomo el subte para volver a casa. No va muy lleno y hay asientos libres pero lo cierto es que no me gusta viajar sentada si el trayecto es solo de veinte minutos.
Prefiero ir de pie y disimuladamente observar a la gente.

Justo delante mío tengo una chica de menos de veinte años. O eso creo porque me doy cuenta que desde hace tiempo, se me escapa eso de acertar con la edad de las personas. Veo a todo el mundo mucho más joven de lo que es y mucho más joven que yo.
Y eso que cuando me miro en el espejo, éste no me refleja mis números.
Es realmente extraño. Uno ve el paso de los años ajenos y no es consciente del propio. Es algo así como el espejo de la malvada madrastra de Blancanieves, pero sin andar preguntándole.

Veinte años, creo, más o menos. Lleva un buen rato con la cabeza gacha. La barbilla le toca el pecho. El cabello, rubio teñido, con una raya de tres dedos más oscura en el centro de la cabeza, le tapa parte de la cara.
Está llorando.

Es un llanto contenido pero las lágrimas le salen disparadas. Es ese tipo de llanto desgarrador reciente. Del que después de asimilar la mala noticia no puedes ni sabes contener. Es igual dónde estés. Es igual con quién estés.
Te sale del estómago, te lo aprieta, te lo retuerce y sube sin concesión hacia la garganta. Intentas tragar, reprimirlo, darle la orden para que se quede ahí abajo...pero te es imposible.
Llora desconsoladamente. En silencio.

Su cara es la tristeza personificada.
Me gustaría tocarle el brazo y decirle que todo pasará.
¿Por qué la edad no me da poder para saber qué decir en estos casos?

Pero quizás su dolor no pasará tan pronto y me parece muy banal soltarle a alguien esa frase. Porque la muerte no pasa así como así. Ni una enfermedad. Ni un cambio de país. Ni siquiera el amor.

Creo que vivimos tan rápido que todo debe pasar de la misma manera y que estar triste ofende a muchos. O como escuché el otro día; estar triste incomoda a las personas.
Y lo cierto es que sí. Estar triste es como la soledad, como los silencios largos, como no pertenecer.
Es incómodo. Y es desalentador.

Saca un pañuelo de su mochila, se suena la nariz y se seca las lágrimas.
Su mirada sigue fija en el suelo. Para de llorar.
Viste unos jeans desgastados  y una camiseta blanca, con la palabra "Love" en rojo, escrita a la altura de su pecho. Lleva unas gafas de montura redondeada metálica, dorada. Sus zapatillas deportivas son sin marca, azules y blancas.
Su atuendo es muy humilde. Parece una estudiante con su mochila negra.

De nuevo arranca el llanto. Estoy segura que su cabeza es un hervidero de miles de pensamientos, de recuerdos. Nada que no sea realmente importante te hace llorar de esa manera tan intensa.
Quiere controlarse pero definitivamente es más fuerte que ella.

Me da pena no saber cómo  acercarme a una extraña y poder mirarla a  los ojos y sonreírle para que pueda sentir que quizás, quizás algún día su dolor se irá o al menos se mitigará.

Se acerca una estación importante.
Respira profundo. Se seca las lágrimas y vuelve a sonarse la nariz.
Despacio. Muy despacio, toma sus gafas, abre las patillas y se las pone con sumo cuidado.
Se incorpora. Me mira a los ojos y yo la miro.
Se abren las puertas del subte con un pitido.
Ahí va esa chica triste. Sin que nada ni nadie la contenga de su tristeza. Odio hacerme mayor y no tener herramientas emocionales salvadoras para estos casos.

Me quedo absorbiendo su dolor y su angustia. Su desesperanza.
E imagino mil historias.

El metro es un lugar triste. Es un arca subterránea llena de emociones.
De almas que viven a medias. De sentimientos diversos.
La mayoría de ellos son tristes, sólo tienes que observar. Te empapas. Te aspiran.

No...la verdad es que al menos a mi, la edad no me ha dado armas para poder ser más cercana, más amable o simplemente para tener la palabra o el gesto adecuado en cualquier momento. Sobre todo en los malos.




6 comentarios:

  1. Algo te frenó, no sé qué, pero tú sabes ser cercana. En la próxima ocasión si la hubiere, te acercarías. Quizá te pilló desprevenida o en un momento de duda, no todos vivimos en un estado plano y continuo. Te acercarías y te tomarías un café o lo que se tome por ahí con ella si te da pie a la conversación y tienes tiempo.

    Un abrazo fuerte, te echo de menos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé Sbm...a veces no me salen las palabras ni sé qué decir...quizás ahora hemos de tener más cuidado en todo y en cómo lo decimos que me hace frenar a la hora de hablar.
      Ya se me pasará o no...quien sabe.
      te mando muchos besos
      muchos

      Eliminar
  2. La pena se arrastra en soledad

    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí Noel, arrastramos demasiadas cosas en soledad...
      ahora mucho más...

      besos

      Eliminar
  3. Hola, Maman:
    He estado en los dos lados, el de llorar en público y el de ver llorar y, a pesar de haber estado en la situación de la persona que llora, nunca he sido capaz de acercarme y consolarla. Quizás tampoco quería, en algunos casos me di cuenta de que se encogían como erizos para hacerse invisibles, quizás por vergüenza, quizás por querer vivir ese momento en soledad.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Llorar es algo íntimo, si te pilla en la calle o en medio de algo, quizás no tienes ganas de que te digan nada...lo cierto es que es verdad...por vergüenza o por lo que sea sí...cuando uno llora no tiene ganas de que lo molesten...
      tienes razón!
      te mando un súper abrazo Doretea, cuídate mucho, me encanta poder compartir contigo.Besoss!!!

      Eliminar